Marzo 2005

He roto todos los espejos. Ya no tengo donde buscarme. Aunque apenas si me conozco ya no me quedan espejos a los que asomar mi rostro para intentar reconocerme. Hoy no puedo engañar a mis ojos, se han roto los últimos espejos que sostenían mis sueños.

He andado, más bien he vagado, todos los caminos de estos cua­renta y seis años y pico por los que la vida me ha ido devorando. He cruzado inhóspitos páramos e inhabitables desiertos y, como no, algún que otro vergel que me ofreció sus dulces frutos. Me he dete­nido ante el dolor, ante el sufrimiento y me ha dolido la vida te­rriblemente en los ojos. He contemplado la belleza y he vivido des­tellos de felicidad. He tocado el amor y el amor me ha traspasado el alma. He llorado, lo admito, y  tal vez me hayan llorado. En defini­tiva; he vivido o más bien he sido vivido por estos cuarenta y seis años y pico.

En todos esos años he sido Aprendiz de Poeta, mas apenas si aprendí nada. En todos esos años he sido Aprendiz de Hombre, mas si contemplo mis manos nada tengo.

He pasado por el mundo y el mundo ha aceptado mis huellas. He caminado mi vida atravesando luces y sombras, mas ayer sin saber porque me detuve bajo el árbol de mis versos y en el rumor de sus ramas, al ser agitadas por el viento, oí el llanto de mis sueños. He desandado el camino, y al desandarlo he vuelto a soñar y al soñar he vuelto a vivirme. Pues en verdad todo ser humano no es más que sus sueños y sus recuerdos; los sueños por realizar, por vivir, y sus recuerdos de lo vivido.

Desde aquí, bajo las ramas de este árbol y al abrigo de la som­bra de mis versos, si miro hacia atrás puedo contemplar las huellas que el viajero sembró sobre la piel de mi vida y, en cierto modo, regocijarme con mis recuerdos; y si miro hacia adelante puedo adivi­nar nuevos caminos sobre los que dejar el rastro de mis sueños y, como no, seguir soñando la vida.

He vagado la vida, he andado y al andar mis huellas han hecho caminos, han abierto rutas desde las afueras de mi yo hasta el cen­tro de mí mismo. Mas hoy ya no puedo engañarme, apenas si me conozco y no me quedan espejos en los que buscarme.

Éste es mi rostro, éstas mis manos, ésta mi voz y mi palabra, y éste, éste tal vez sea el hombre y el poeta que me habita, y quizás tan sólo eso sea lo que me quede; nada más que eso soy.

Sólo tengo mis versos y este dolor que la vida arroja sobre el hombre.

CONCLUSIÓN

Para finalizar esta breve biografía de urgencia quie­ro entregaros el principio de todo, la semilla de la que todo surgió; mi primer poema. Este poema fue escrito en 1974, el 27-5-74.

EL LABRADOR

Porque tú labrador naciste

porque tú labrador morirás,

siembras y cultivas el campo

en bien de la humanidad.

Tú que labras la tierra

cantando al sol del mediodía,

tú que con el sudor de tu frente

riegas el campo con alegría.

No te duele el alma

porque frío tengas que pasar

si no es por las plantas

que con la nieve se han de marchitar.

Tú que cuando has llegado a viejo

a tus hijos ves labrar y labrar

ese campo tan querido

de emoción te pones a llorar.

Por eso tú labrador eres

y siempre lo serás

sembrando y cultivando el campo

en bien de la humanidad.

Bueno aquí se acaba todo, en el mismo sitio donde empezó; en este poema.

He intentado desnudarme, no sé si lo habré conseguido, pero al menos he sido sincero.

Ahora el viajero continúa su camino y yo he de seguir sus hue­llas. Mas hoy, aquí en mitad de mi camino, después de haber buscado en las imágenes de los espejos el rostro de ese hombre extraño, hijo de la tormenta; después de aquellos poemas del encuentro y el sentir de aquel cuarto blanco; y después de romper los espejos:

ADMITO HABER NACIDO

Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.