UNO

La noche pesa terriblemente sobre los hombros del hombre, y el hombre se cansa de sostener su propio cuerpo. Sus pasos, inseguros, trazan efímeros caminos sobre el pegajoso lodo del mundo. Pero sus huellas son borradas por otros pies, que tras de él van cambiando los caminos. El hombre, eterno errante, vaga perdido entre olas de angustia, fiero como un animal y acosado por las hordas del ansia y el poder. No hay víctimas. Para los vencedores sólo cuentan las victorias y sus beneficios; los vencidos no existen. Sus turbios ojos buscan por todos los rincones de la Naturaleza, mientras sus hurtadoras manos van despojándola de los bienes que habrán de forjar y hacer más confortable el Trono de su hegemonía. Acomodado en el putrefacto sillón de la opulencia, el hombre dedica su gris existencia a devorar, ávida mente, los días de su vida, mientras su silueta se deshace en la espiral de los días y las noches, y su rostro se vuelve invisible en ese inmenso turbión de anónimas criaturas, dejando tan sólo tras de sí, el leve rumor de algunas de sus palabras.

DOS

La tormenta interminable de los días golpea con furia su piel y la va desgastando hasta dejar su alma totalmente desnuda, vulnerable a esa miríada de inmundos gusanos que invaden las parcelas más secretas de su ser. Hambrientas criaturas, del lado oscuro del hombre, que vorazmente engullen los brotes más tiernos de la flor de sus anhelos. Alimañas engendradoras del odio y la codicia, que se apoderan de su voluntad y alientan a las dormidas furias que habitan en sus íntimas galerías. El hombre, hijo de la prisa, recorre todos los caminos de la tierra, sumergido en el vértigo de la vida que ha elegido, sin sentir el vacío que, tras de sí, van dejando los gusanos. La noche pesa cada vez más sobre sus hombros y el silencio del mundo cae de golpe envolviéndole y ahogando el último eco de su voz. Pero el hombre, primordial herramienta del progreso, ha subido un peldaño más en la escala de su supremacía, se ha superado a sí mismo, aun a costa de su propia degradación. En sus manos sólo tiene sumas, no hay restas. Nada se sustrae en el balance de valores, pues jamás podrá quitar luces a las sombras para obtener un solo total de sombras. Ni por el contrario, jamás podrá quitar sombras a las luces para obtener un solo total de luces. Solamente podrá sumar luces con luces y sombras con sombras, para saber el total de luz y de sombra que posee. Y de esta forma tener la certeza de si habita en la luz o está perdido en las sombras. Mas al final de todas las sumas, ¿qué ha conseguido?, ¿qué ha perdido? Y en definitiva, ¿qué es lo que tiene de cada cosa? Solamente tras esas sumas podremos llegar a saber lo que en verdad somos.       

DUDA

Aquí me detengo y pienso,

¿por qué me faltan el aire

y la luz? Y ¿por qué tiemblo?

¿Por qué huyo de mi sombra?

Aquí me detengo y pienso,

¿dónde me llevan mis pasos?

¿Qué me ocultan los espejos

si busco en ellos la vida?

Me detengo y siento miedo,

¿tal vez me perdí en el tiempo?

Número 7; Julio 1998

Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.