AROMA DE UNAS HUELLAS
UNO
La noche se hace un lamento, un leve rumor del tiempo que se va poblando de sombras sin cuerpo. Todo gira en torno a mí, como un triste viento que se niega a abandonarme. Rostros y nombres, fundidos en el vaho de las nostalgias, habitan mis gastados días, y entre ellos todo yo flotando como una presencia sin medida que se dilata y se deshilacha a mis espaldas. Todo podremos llegar a poseerlo a lo largo de nuestro camino. Todo iremos tomándolo y volviéndolo a dejar, mas algunas cosas, algunos rostros nos acompañarán durante algún tiempo a través de nuestro viaje. Pero mañana, cuando hayamos vivido gran parte de nuestros días, sólo nos quedarán los vestigios del pasado; pues la vida no es más que una continua y fugaz sucesión de breves momentos un dilatado y eterno compás de la memoria, de la cual solamente lograremos retener el aroma de unas huellas, el rumor de unos pasos. Recuerdos, tan sólo recuerdos.
DOS
Un día, atrás dejados ya paraísos adolescentes, de súbito me encuentro en el gran desierto. Volviendo mis ojos sobre las huellas de mis pasos, puedo ver danzar unas formas familiares y quisiera desandar el camino, pero el tiempo, con sus invisibles cadenas, me ata a la dimensión infinita del diminuto ámbito de este presente. Sumergido en la noche, mi vida es un campo de batalla entre el olvido y el recuerdo, el olvido que quiere invadirme y el recuerdo que quiero poseer. Siento miedo y me detengo, siempre dudo por las cosas y la palabra. Siempre me encuentro en una encrucijada y no sé elegir el camino que he de seguir. Pero estos palpitantes momentos y estas pequeñas cosas son lo que nos hacen sentir vivo, lo que da sentido a nuestra existencia. No, jamás podrá decir ningún hombre que posee un patético pasado, si no tan sólo que se limitó a vivir un presente gris. Solamente deseo que sepamos construirnos un feliz pasado, al que nuestro corazón pueda volver, en momentos de angustia, para aliviar el dolor de las heridas que nos causa el presente.
ESFERA DE LOS RECUERDOS
Desnudo ante el espejo,
con mis ojos prendidos
del ingrávido velo,
contemplo los caminos.
Vago a través del tiempo
por oscuras regiones.
Desciendo hasta el olvido,
desgarro en dos la noche
y llamo a los dormidos.
Lejos se oyen rumores.
Número 9; Febrero 1999