Cuarta parte de mi poemario, GRITO.
La Libertad de la Cadena, poema número X.
Por los rastrojos del tiempo
vaga la sombra del hombre.
Las ciudades, como extraños
navíos surcan la noche,
abiertas de puertas
y de ventanas que miran
hacia dentro,
sienten miedo de las sombras
y encienden sus luces.
Las ciudades
cubiertas de ojos,
llenas de rostros furtivos
y cuerpos que se confunden
en la niebla. Las ciudades
que se arrastran por el mundo
cargadas de hombres
sin tiempo, sin tiempo.
Esas ciudades desnudas
se arropan con su miseria
y ocultan su angustia
tras la luz de falsos sueños.
Las ciudades del silencio,
esas que se extienden
por los rastrojos del tiempo
dejando un rastro de casas
pobres y pequeñas,
un rastro de viejos templos
y de lujosos palacios
declarados patrimonio
de la Humanidad.
Esas ciudades sin aire,
sin aire y sin tiempo,
sin tiempo. Extrañas ciudades
traspasadas por el grito
de sus puertas
y sus ventanas hambrientas.
Estas ciudades del miedo
que habitan la piel del hombre,
estas ciudades del mundo
ancladas al lodo
de los siglos,
como viejas naves.
Esas ciudades sin luna
que alargan sus noches
por los rastrojos del tiempo.