De un hombre extraño
Título: De un hombre extraño
Año: 1988
Edición: Primera
Autor: Miguel Fernández Rivero
Género: Poesía
Editorial: Edición propia
Tapa: Blanda
Páginas: 71
I.S.B.N: 84-404-1684-9
Dep. Legal: SE-492-1988
De un Hombre Extraño (en días extraños) (1988) mi segundo libro, sigue viendo al mundo como un espejo, y sus imágenes siguen siendo turbias e incomprensibles, por lo que sus versos son oscuros, violentos y desesperados.
Pero a través de sus poemas pongo de manifiesto que me voy dando cuenta del funcionamiento de la sociedad en que vivimos. Por ello digo en el prólogo: veo como la piedra invade al mundo y va robándole, poco a poco, su blando lecho de tierra a la flor. Es una batalla en la que el hombre es la víctima del hombre y el prisionero de sí mismo.
En ese campo de batalla que, para mi forma de ver, es la vida, o más bien en ese campo de batalla en que convertimos a la vida, fui recogiendo un aluvión de versos que se iban reuniendo en unos poemas que seguían siendo desesperados y desesperanzados. Un aluvión de versos que se vestían con las ropas del pesimismo y el desencanto, provocados por las imágenes de una sociedad deshumanizada y cegada por los intereses. Una sociedad en la que yo me encontraba inmerso y sin posibilidad de escapatoria.
El título de este poemario; De un Hombre Extraño (en días extraños), surge de un disco de Los Doors. Ese disco lleva por título Strange Days, y en él aparece la canción People Are Strange, Lo que en el disco es: La Gente es Extraña, Días Extraños, yo lo traslado al libro; De un Hombre Extraño (en días Extraños) pues las letras y la música de Los Doors me inspiran e influencian a la hora de escribir sobre como es mi percepción del mundo en esos momentos.
POEMA SEPTIMO
Hijo de la prisa que corre
por los ríos negros del progreso
donde se ahogan las flores
de un amanecer inconcreto.
Viajero que la nube absorbe,
huérfano de su propia sombra,
un número más en el orden
invariable y frío de la forma.
Se oye la voz de los tambores
que traen la danza del metal
mientras huyen por los balcones
frágiles sueños de cristal.
Pero no hay nadie que llore
por la destrozada paloma,
todos olvidaron ya el nombre
de las doradas mariposas.
Quién puede saber de dónde
viene esta niebla que devora
la miel de los corazones,
los suspiros de la aurora.
Tal vez venga del hueco enorme
en donde duermen las ausencias,
tal vez de aquellos rincones
a los que huyó la inocencia.