Poema uno

I

Sobre el regazo cálido de la noche descansa mi soledad de hombre, para convertirse, fecundada por la luz, en el silencio transparente del poeta.

II

El fruto del silencio serán estos versos que el tiempo volverá hojas al viento.

III

Si buscáis entre los pliegues de este hombre podréis encontrar al aprendiz de poeta.

IV

Yo soy como el árbol, mis ilusiones son las ramas que quieren tocar el infinito y mis recuerdos las raíces que me atan a la tierra y me dan el sustento para seguir viviendo.

V

Hoy vengo a escribir mi nombre sobre las antiguas arenas de todos los tiempos.

VI

Cada vez que contemplo mi rostro en los espejos me pregunto si existo o si tan sólo soy un mal sueño del universo.

VII

A veces oigo el llanto de aquella criatura que se esconde en las profundas galerías de mí ser y el miedo se posa sobre mi alma.

VIII

Si algún día he de nacer, quiero hacerlo como todo animal; completamente desnudo.

IX

Me alzo sobre mis pies y me proclamo hombre y entre los hombres camino. Pero sabed que a pesar de todo no hay horror más grande en mi pecho que el saber que me llamáis hombre.

X

Nadie busque mi nombre por las esquinas del mundo, pues mi nombre se esfuma con el viento.

XI

Yo soy el árbol azotado por el vendaval y estos versos son las hojas que se desprenden de mi alma.

XII

Hace años que hurgo entre mis huesos buscando a ese extraño que llevo dentro.

XIII

Mis manos se pierden entre los sueños que pueblan los rincones de mi vida.

XIV

Hoy me duelen los ojos de buscarme en los espejos y encontrar siempre a este animal hambriento.

XV

Nadie pregunte por mi nombre a las criaturas del viento, pues mi nombre está hecho de las sombras que cruzan por la luz de estos días.

XVI

En verdad os digo: yo no vivo en esta casa, tan sólo soy un viajero que por aquí pasó y se detuvo, unos instantes, a contemplar estos campos.

Número 11; Octubre 1999

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