Hoy tu recuerdo me ha olido a tierra mojada. A aquella tie­rra mojada que se nos pegaba en nuestros desgastados zapatos de diario, aquellos zapatos de los domingos del año anterior, cuan­do tras la lluvia salíamos zumbando a vaciar los charcos de las calles. Como aquel día, ¿recuerdas?, que jugábamos al fútbol en la puerta trasera de la casa del Conde, y de golpe se puso a llover desesperadamente. Dejando el partido, unos corrieron a sus casas y otros nos refugiamos en las ruinas de las antiguas cuadras, aquellas que en su día albergaron los caballos de la Remonta. Pero allí, prisioneros como nos sentíamos entre los húmedos escombros, acorralados por la cortina de la brutal llu­via seguíamos siendo libres, pues nuestra imaginación de niños nos hacía vivir fascinantes aventuras. No como hoy que somos prisioneros, en nuestra condición de adultos, de esta sociedad en la que vivimos y del sistema que nos controla, viviendo cada uno en su parcela de mundo y en su celda cotidiana.

A propósito de celdas y de libertad; ¿sabes que en Morón nos van a construir una cárcel? Una macro cárcel dicen que es, y yo no sabría explicarte, a ciencia cierta, lo que es una macro cárcel. Creo que puede ser algo así como una cárcel a lo bes­tia, ya que según el diccionario el prefijo MACRO significa grande, por lo que una macro cárcel sería como un pueblo o una ciudad dentro de una cárcel. Y utilizando mi imaginación, y sin tener que esforzarme mucho en ello, entiendo que una macro cárcel no es más que un centro enorme creado por el poder para recluir y privar de libertad al mayor número de individuos posible bajo los más efectivos sistemas de seguridad y con los costes más bajos posibles.

¿Sabes?, hoy verdaderamente nadie es libre, sólo poseemos una relativa libertad. Realmente esa libertad es tan sólo la que nos concede la cadena con la que el sistema nos tiene sujetos dentro de su orden y sus esquemas de productividad y consumo, mediante los cuales cierto sector de la sociedad percibe unos altos beneficios. Me explico; el individuo recibe cierta canti­dad de dinero en pago por la producción de su trabajo, pero des­pués para mantener un nivel de vida digno, tiene que devolverlo a la misma mano que se lo entrego, y esa mano invisible que todo lo manipula y todo lo controla; es el sistema capitalista.

Mira; existe una Sociedad Dominante que necesita de un so­porte en el que apoyarse, necesita el sostén de otras capas so­ciales para asegurar su supervivencia. Y fíjate bien, compañero, hasta que punto llega la perversidad e inhumanidad de esa Socie­dad Dominante. Premeditadamente y a conciencia provocan unas ca­pas sociales que habrán de sustentarla y mantenerla en esa pri­vilegiada posición, mediante un sistema económico controlado desde su poder y basado en el consumismo de esas mismas capas sociales, cerrando de esta forma el círculo. Pero debido a esto, a esa Sociedad Dominante le surge un problema. De todas esas capas sociales, una serie de individuos no acata con sumisión el sistema, y quebranta sus leyes. Entonces a ese sector de la población hay que alejarlo del resto de la sociedad, es decir de los sumisos, y aquí es donde se “hacen necesarias” las cárce­les, convirtiéndose en el medio legal más efectivo de represión y control sobre una sociedad democrática y supuestamente libre.

Desde nuestra niñez nos educan en un sistema de sumisión y recompensa social, con el cual pueden mantener perfectamente engrasada y en funcionamiento la maquinaria capitalista. Escu­cha, te lo explico burdamente y a mí forma: como sí de animales se tratase, nos enseñan el cacahuete y nos dicen, “si eres bueno y lo haces bien tú también lo puedes conseguir.” Pero cada vez nos alejan más ese cacahuete. Y entonces, como animales que so­mos, buscamos otros cauces o alternativas para conseguirlo; y ahí es donde ya no le somos útiles, pues con nuestra insumisión o rebeldía podemos influir en el comportamiento de los demás animales, con lo que peligraría la posición de esa Sociedad Dominante y disminuiría su poder. Para evitar esto, esta serie de individuos o sector de la sociedad son encerrados en sus macro cárceles. De esta forma, según ellos, se intenta corregir un error o el mal funcionamiento de una pieza de la maquinaria. Después, una vez corregido ese fallo, nos vuelven a reinsertar en su cadena productivo-consumista si nos readaptamos, y si no lo hacemos seguiremos encerrados en sus macro cárceles, o lo que es lo mismo, seguiremos perteneciendo a esa subsociedad paralela y oculta, a la que todos olvidamos o queremos olvidar que existe.

¿Sabes? querido compañero; en esta sociedad que nos ha toca­do vivir, realmente sólo poseemos una forma de libertad, que ni esa Sociedad Dominante, ni ninguna otra fuerza del mundo, excep­to la muerte, nos podrá quitar jamás, esa libertad es nuestra imaginación, nuestra memoria y nuestros recuerdos.

Y tu recuerdo hoy me ha olido a tierra mojada y a aquellas tardes que faltábamos a la escuela, para luego perdernos por las callejas de nuestro pueblo e ir descubriendo sus rincones más desconocidos, lo que nos hacía sentir como intrépidos explorado­res. ¿Recuerdas como corríamos con nuestros desgastados zapatos de diario, aquellos que antes fueron de domingos, a bañar nues­tra libertad en la húmeda luz de aquellas tardes?

Enero 2004

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