Este viento de Febrero hoy me ha traído tu voz. Aquella voz con la que en 1991 pronunciaste estas palabras en el pregón del Carna­val de nuestro pueblo: “El Carnaval ignora jerarquías y distincio­nes; no hay actores y espectadores, no hay escenas, es la calle, la plaza, la carcajada libre y subversiva, las leyes del libertinaje a secas.” Sí Julio, tú lo dijiste aquel día, y al decirlo hiciste la síntesis perfecta de lo que es el Carnaval, o lo que debiera ser.

El Carnaval es el pueblo vestido de alegría cantando sus desven­turas,  gritándole con gracia, con ironía y mordazmente las verdades a esos dirigentes que nunca escuchan sus quejas.

¿Sabes?, hoy me ha traído tú voz este viento de Febrero y detrás de la tuya, como un cortejo de honor que quisiera honrarla, me han llegado otras voces a ritmo de caja y bombo. Por los andamios del aire han pasado cantando aquellos TARTESSOS que a Morón llegaron que­riéndose colocar, y de los que un tal Argohantonio no lo pudo hacer porque debía seis meses de sellos y no los podía pagar. También abrió las puertas de mi memoria la voz de las Marías, que con su estribillo invitaban a todas las mujeres a disfrazarse, a colocarse la careta, a que no fuesen caguetas y que le dijesen al hombre, como ellas en su pasodoble, que las mujeres también nacieron para ser libres. Y las voces de aquellos REVIVIOS que quedaron suspendidas en el espacio de un viento que no pasa, voces que se pegaron para siempre a las paredes de nuestras calles y a los adoquines de nues­tras plazas. Esas voces que cada Febrero vuelven a revivir en los la­bios de un pueblo que canta como suya aquella letrilla, que perdida la identidad de sus autores, porque el arte del pueblo no tiene autor pues emana del pueblo y pertenece a él, esa letrilla, digo, quedó convertida en Himno del Carnaval. “Quiero que escuchen cuando canto estas letrillas/ amis paisanos se las voy a dedicar, / por ser mi pueblo lo mejor del mundo entero/ y poco a poco me lo quieren des­trozar.” En ella se le daba un toque de atención a quienes goberna­ban el pueblo, se les recordaba lo que se había perdido en Morón y era reclamado por sus vecinos.

Para el pueblo siempre fue difícil hacerle llegar sus quejas o exigirle a sus dirigentes las soluciones necesarias para cubrir sus necesidades y carencias, pues estos o no le escuchan o le hacen callar violentamente. Amparados en el carácter popular y folklórico del Carnaval, mediante la agudeza irónica de sus letras y el lengua­je directo, aderezado además todo ello con grandes dosis de humor, sí le es permitido, en cierta medida, hacerlo. Como en esa letra de los REVIVIOS en la que se reprochaba la pérdida del paseo de “GUAI­RA”, los Carnavales que había en Morón y la plaza de toros. Tres co­sas que con el tiempo volvió a tener nuestro pueblo, aunque la últi­ma, la plaza de toros, no se consiguiera de la forma en que se de­seaba. También se pedía desde esa letra, y se llegó a conseguir, que ese llano del Orujo se convirtiera en un hermoso parque, donde pu­dieran jugar los chiquillos, y al que los ancianos pudieran sacar sus nostalgias al cálido viento de las mañanas de su otoño. Aún queda por conseguir de todo lo reclamado en aquella letra de los REVIVIOS, el hostal en “to” lo alto del Castillo. Pero bueno eso no es de mucha importancia y además creo que a la mayoría de los veci­nos de este pueblo no le gustaría que se hiciese eso con su Casti­llo, y menos sospechando que tal vez ese hostal caería en manos de algún empresario “amiguete”.

Así que podemos tener por cierto que el Carnaval, como manifes­tación del arte popular, puede llegar a conseguir algunas cosas que el pueblo reclama como necesarias y justas, o al menos llamar la atención sobre ellas.

Pero hoy, aunque este viento de Febrero me haya traído tu voz y ya se oigan los sones de comparsas, chirigotas y murgas en sus locales de ensayo, dándole los últimos retoques a sus letras; se me agria la saliva en la garganta, porque veo ciertas cosas con las que no estoy en total acuerdo. Cosas que más que beneficiar al Carnaval, aunque así se crea, le perjudican muy profundamente.

En el Carnaval, como tú dijiste Julio, no hay actores, ni espectadores; no hay escenas. El Carnaval es la calle, la plaza o la tasca; y esto, en cierta medida, hoy está cambiando Julio. No sé si tú lo estás viendo, pero está cambiando.

Las agrupaciones, aunque siguen impregnadas de ese espíritu carnavalesco, le prestan más atención a la puesta en escena de la Carpa que a la calle, a la plaza o la tasca. No por ello, quiero puntualizar, la olvidan del todo. Pero el Carnaval ya no es tan espontáneo y se aleja un poco de la gente. Se actúa en los escena­íos para ello habilitados en cada barriada, con lo que queda poco tiempo para las calles, las cuales pasan a un segundo lugar. Es de­cir, se da prioridad a la Carpa, al Pasa Calle y a los Escenarios, lugares establecidos por la organización, impuestos por el Ayunta­miento. Yendo todo esto en detrimento del espíritu Carnavalesco, pues de esta forma ya se establecen unos actores y un público.

Y nos preguntamos, ¿por qué está tomando el Carnaval este rumbo? Pues muy sencillo, querido Julio; el Carnaval está perdiendo parte de su libertad, y la está perdiendo desde aquel momento en que con­trajo el compromiso con los Organismos Oficiales encargados de con­trolar todos los festejos, incluso siendo éstos de carácter popular y espontáneo, al aceptar su dinero.

¿Que hace falta dinero para salir a la calle?, bien cierto que es eso. Pero si al aceptar esa ayuda, entregamos más de lo que reci­bimos, mejor sería hacerlo con un tipo más modesto pero con mayor libertad.

Veinticinco años desde que revivieran los Carnavales en Morón. Muchas voces. Muchas letras atesoran los vientos de Febrero y muchas voces, la tuya incluida Julio, me trae hoy ese mismo viento. Yo no sé que tendrá este mes que nos hace confundir el año al que perte­nece. Parece que todos los febreros tienen un espacio común en el tiempo, y que en ese espacio todo es posible. Es posible, entre pasodobles y cuplés, a ritmo de caja y bombo, entregados al libertina­je de la carcajada libre y subversiva, oír tu voz Julio, por las calles y plazas, flotando en este viento de Febrero que olvida jerarquías y distinciones. Que no obedece imposiciones. Porque FEBRERO siempre fue y será revolucionario.

Febrero 2004

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