LECTURA DE: Introducción al Haiku (poesía del instante) en la inauguración de la exposición de pintura sobre el mismo tema, organizada por la Fundación Fernando Villalón en colaboración con la Asociación Poética Cultural “Sin Fronteras”
El haiku es una instantánea, un flash de luz, expresado en 17 silabas. Intenta ser una síntesis, reducida al máximo, de todo un sentimiento poético.
Dada su brevedad, el haiku viene a ser una quintaesencia poética.
Es una intuición que recoge inmediatas. En 17 silabas no puede haber nada superfluo. Es una poesía alejada de la verbosidad -no suele haber verbos, lo que no quiere decir que en las traducciones no aparezcan- ; es una simple imagen que más que decir sugiere. El lector tiene que completar el sentido, mediante su imaginación.
El haiku es un poema que nace en el siglo XVI y tiene su origen en el haikai, poema que podía tener 36, 50 ó 100 versos y que se componía en grupo. Se reunían varios poetas, el maestro escribía tres versos de medida 5-7-5 sílabas y a partir de estos tres versos los demás poetas componían cada uno dos versos heptasílabos, hasta que el poema finalizaba. Los tres primeros versos del haikai se les llamaba hokku, y cuando estos se desligaron del poema para tomar forma como composición y adquirir vida propia, se fusionaron los dos términos para formar el nombre con el que hoy le conocemos: HAIKU.
En japonés al que compone haikus se le llama haijin, aunque en occidente, a veces, se le dé el nombre de haikuista. Aunque con anterioridad Matsuo Bashoo ya hubo poetas que compusieron haikus, a Bashoo se le considera el primer haijin, pues él sería el que sentase los caracteres definitorios del haiku, los cuales se fundamentaría en dos condiciones esenciales: la primera sería la métrica ya mencionada de 17 sílabas, repartidas en tres versos de 5-7-5. A veces esta regla no será respetada y tendremos ejemplos de haikus irregulares. Además debemos mencionar que hoy, al igual que en la poesía occidental, también se escriben haikus en verso libre. Por otra parte, la métrica japonesa es diferente a la Española y tiene sus peculiaridades, como que la nasal N precedida de vocal se cuenta como una sílaba, por lo que “la vocal sería otra sílaba más”, O que la doble consonante supone pausa y se debe contar como dos sílabas. A estas peculiaridades de la métrica unimos, a la hora de hacer los traductores su trabajo, las características propias de la escritura.
La escritura Japonesa no es alfabética, sino silábica, y hay tres tipos de silabarios: el katakana, el harigana y el kanji; sistema de ideogramas chinos, los cuales no puedo exponer por falta de conocimientos; pues en esta notas, quiero aclarar, sólo me he limitado a transcribir apuntes de las introducciones de los libros que poseo del tema, y cuyo autor es Ricardo de la Fuente, traductor y estudioso del haiku.
El segundo rasgo típico del haiku clásico es la relación entre éste y la naturaleza. Hay la necesaria referencia a una estación que inspira el haiku, mediante alguna palabra clave que la sugiera, esa palabra se denomina “kigo”, lo que no quiere decir que en ocasiones éste no la tenga. Kigo puede ser cualquier cosa que se identifique plenamente con la estación; el clima, las flores, los animales o incluso las fiestas. Así, el haiku, se encuentra estrechamente ligado a los sucesos de todos los días y al devenir natural; porque en el haiku el aspecto religioso tiene mucha importancia
-básicamente el budismo zen y en su afirmación de que en todo hay un ser-, al menos desde Bashoo, el cual mediante sus consejos nos decía que debemos seguir a la naturaleza, pues es un ser viviente más. Se trata, pues, de una poesía natural, en la que el espíritu queda en suspenso un instante, a causa de la contemplación de un elemento del entorno, o por una sensación o pensamiento instantáneo. Todo esto se condensa en una frase, ya muy famosa, con la que Bashoo definía este tipo de poesía; “Un haiku es lo que pasa aquí y ahora”
Ahora, tras estas breves nociones de la esencia y arquitectura del haiku, pasaremos a ver las influencias que este ha ejercido en la poesía Española y Latinoamericana, o la adaptación que de él han hecho nuestros poetas.
EL HAIKU EN LA POESÍA HISPANOHABLANTE
El haiku, junto con la cultura oriental, entra en occidente a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, sobre todo en Francia y a través de escritores americanos e ingleses. La cultura japonesa, en concreto y el haiku en especial, se hace más patente a principios del siglo XX en la literatura Inglesa y francesa, por medio de los imaginistas, los cuales pretendían:
1º Un tratamiento directo del objeto, ya fuese subjetiva u objetivamente.
2º No usar ni una palabra que no contribuyera a la presentación del objeto.
3º Y en cuanto al ritmo, componer en frase musical y no con metrónomo.
Estos tres puntos, tomados como fundamento principal de su credo, o particular filosofía de creación, unidos al valor que daban a la imagen, coinciden con la esencia del haiku, de ahí su pronta aceptación y asimilación.
A España nos llega a través de las traducciones de los franceses convirtiéndose en una forma que se imita y se integra en nuestra poesía.
En Hispanoamérica, los mejicanos Juan Tablada y Efrén Rebolledo fueron los primeros en imitar, yo más diría en asimilar, el haiku. Sobre todo Tablada (1870-1945) quien tras hacer un viaje a Japón en 1900, y ser seducido por el exotismo oriental, introdujo esa forma estrófica en sus libros: “Un día…” (1919) y “Jarro de Flores” (1922). De Rebolledo no he encontrado más datos que la mención que de él hace Ricardo de la Fuente.
También e Méjico, Octavio Paz contribuye a la difusión del haiku traduciendo al Español, en colaboración con Hayáshiya Eikichi, en 1957 la obra de Matsuo Bashoo “Sendas de Oku”. Durante su estancia en Tokio, Paz se interesa por el haiku, poesía que ya conocía a través de Tablada, lo asume y empieza a escribirlo, salpicando parte de su obra con ellos. En 1956 publica una pequeña trilogía que comprende: Lección de cosas, En Uxmal, Piedras sueltas, en la cual aparecen, entre sus poemas, un buen número de haikus.
De entre ellos e entresacado dos, el primero se titula Piedra de los días, y está dedicado a la antigua ciudad Maya de Uxmal, hoy en ruinas.
El sol es tiempo;
el tiempo, sol de piedra;
la piedra, sangre.
Es un haiku perfecto por su métrica y por la característica del instante y el entorno; y además puede considerarse kigo; “sol de piedra” por su dureza, el sol duro del verano.
Este otro pertenece a “Piedras sueltas” titulado “Campanas en la noche” es más bien intimista y refleja el momento en un estado de ánimos.
Olas de sombra
mojan mi pensamiento
y no lo apagan.
También su construcción es perfecta, pero la producción de haikus en Octavio Paz, como en la gran mayoría de poetas de habla Hispana, no siempre será métrica tradicional, si no que tenderá a la composición irregular o se adaptará a su propia métrica.
Este es el caso de Antonio Machado, el cual nos deja a través de su obra muchas y variadas muestras de haikus, sobre todo en “Nuevas canciones”. Pero sus haikus serán lógicamente irregulares, yo al menos no he encontrado ninguno que mantenga la métrica tradicional; y digo lógicamente porque el artista, el verdadero artista, nunca hará una imitación exacta, se limitará a asumir influencias y a adaptarlas a su propia creatividad.
Obsérvese si no estos dos ejemplos de haikus Machadianos, que aunque hacen referencia a una estación, la métrica es octosílabo en sus tres versos el uno y hexasílabo el otro.
Ya habrá cigüeñas al sol, Pardos borriquillos
mirando la tarde roja, de ramón cargados
entre Moncayo y Urbión. entre los olivos.
El poeta ha sumido la esencia del haiku y lo ha llevado a su entorno, a su filosofía de vida o las tradiciones de su tierra para reflejar un instante, un flash. En Japonés como en Español eso es haiku.
Hay más ejemplos de autores Españoles, pero me voy a abstener de profundizar en ellos por falta de tiempo, me limitare sólo a nombrar varios; Federico García Lorca o Juan Ramón Jiménez y algunos más, aunque esporádicamente, compusieron o fueron influenciados por el espíritu y la esencia del haiku.
Volviendo a América, concretamente a Uruguay, quiero hablar un poco de Mario Benedetti. Como él mismo dice en el prólogo de su libro: “El rincón del haiku” quedo seducido por esta forma de expresión y la tomo como desafío, tanto por su estructura fija como por su brevedad obligada, que lo hace más ceñido que el soneto, que en la poética Española en particular y en la occidental en general, es la estructura más rígida.
En su libro, antes citado, Benedetti mantiene la pauta tradicional (5-7-5) a través de sus más de 200 haikus, los cuales están centrados en su entorno y en sus vivencias; y valga para demostrarlo estos ejemplos:
La mariposa Somos tristeza;
recordará por siempre por eso la alegría
que fue gusano. es una hazaña.
El primero, de ejecución perfecta, mantiene su referencia a la naturaleza y lo sitúa en una estación concreta -primavera- mediante su kigo; mariposa. El segundo no contiene ese rasgo y se atiene tan sólo a su estructura, como todos los del libro. Mario Benedetti nos pone en antecedente al decirnos en su prólogo: “es obvio que no me he puesto a imitar a poetas Japoneses, ni siquiera a incorporar sus imágenes y temas preferidos. Apenas he tenido la osadía de introducirme en esa pauta lírica, pero no apelando a tópicos Japoneses sino a mis propios vaivenes, inquietudes, paisajes y sentimientos.” Y digo yo, no es eso lo que hacen los haijin con su entorno; es decir, no componen sus haikus a partir de la naturaleza que viven, de los momentos que viven, de su religión y su filosofía de vida. El poeta Japonés canta en sus haikus su cultura y su vida. El poeta occidental cantará su cultura y su vida. Distintos contenidos para el mismo envoltorio.
Para terminar; y debido a la situación de guerra por la que atravesamos causada por la intolerancia, los intereses y la hegemonía que algunos pueblos del mundo quieren ejercer sobre otros pueblos, quiero leer este haiku de Benedetti que pone de manifiesto, con extrema crudeza, el saldo final de una guerra. Porque tras una guerra sólo encuentran la paz; los muertos, sólo sacian su sed; los muertos, sólo calman su hambre; los muertos.
Los bombardeos
remedian para siempre
la sed y el hambre.
Miguel Fernández Rivero
Publicado en la revista Creación
número 5, otoño de 2003