Líneas Divergentes: TEMOR
Éramos tan tristemente humanos que, al final, nos dolían los ojos. No teníamos miedo a las sombras, que siempre amenazaron con devorarnos. Ni a la luz que, con terrible insistencia, intentó cegarnos. Tampoco temíamos a las palabras que, sin tregua, nos azotaban con la humillación o la burla. En verdad nunca fuimos cobardes, ni rehuíamos dialéctica lucha. Solo éramos circunstancialmente humanos, y eso si nos encerraba en las salas del miedo. Eso temíamos en realidad. No nos podíamos permitir esa debilidad. La brutalidad y la insensibilidad eran nuestros rasgos principales. Y por ello siempre fuimos cubriendo nuestra senda de cadáveres. Cadáver de la infancia, los sueños, el amor o la felicidad cubrían con un oscuro velo nuestros recuerdos. Solo nos producía temor ser, sensiblemente, humanos.
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