Si aguzas bien tus oídos podrás oír el rumor que llevan los vientos del pueblo.

Podrás percibir el olor del sudor que se adhiere a la piel del obrero, el cansancio de sus pies, la fatiga de sus manos o el dolor de sus huesos. Y es que la carga es excesivamente pesada. La lucha por la vida destruye la vida del hombre. Todos arrastramos las pesadas cadenas que nos pusieron al tomar en préstamo este cuerpo. Este cuerpo que cada día nos cuesta más tirar de él y al que vamos exprimiendo todo el jugo, toda la energía hasta que al final tene­mos que desecharlo por desvencijado e inservible.

Podrás percibir el lamento más profundo, el gemido sin aliento de los desheredados, de los nadie, de los que son ninguneados, de aquellos que como dijera Miguel Hernández; «vais de la vida a la muerte, / vais de la nada a la nada:» Y notarás su angustia, su abandono al sentirse como herramientas o algo parecido a una máqui­na que ha de producir beneficios al sistema.

Sabrás de esos hombres y mujeres, de esos ningunos, que sólo tienen nombre y rostro para los suyos. Esos que se dejan los sueños y la vida en los campos, en las minas o en las fábricas para sacar adelante a sus familias, para dar de comer a sus hijos. Hijos que serán hijos de nadie, sin rostro ni nombre y que seguirán siendo ninguneados por el poder.

Si aguzas bien tus oídos podrás oír, en los vientos del pueblo, el grito desesperado que clama justicia e igualdad.  Podrás oír el grito del hombre-herramienta oprimido por el yugo, aplastado por el peso de las clases dominantes. Podrás oír el grito del hombre que, poniéndose de pie, deja de luchar por la vida y cerrando sus puños empieza a luchar por vivir.

Podrás percibir el rumor de los gremios invadiendo los vientos que arrasan las calles, el grito del obrero dilatándose de labio en labio, golpeando los altos ventanales desde los que elpoder vigila. Entonces oirás el clamor de la lucha y sentirás el olor de la san­gre derramada. Notarás, flotando en los vientos del pueblo, el desamparo de los hombres que son humillados, degradados y arroja­dos a los calabozos del miedo y el silencio; y el sabor de las lágrimas de todas las madres se te pegará a los labios.

Si aguzas bien tus oídos podrás oír en este dulce viento de primavera, que tan dado es a la felicidad y la exaltación de las emociones, la voz grave y penetrante de aquel HOMBRE QUE MIRA A OTRO HOMBRE QUE MIRA flotando en los versos de Mario Benedetti: «Vos también estás asombrado/ no querés admitir la salvación por el infierno/ o acaso no podes creer que haya/ cualesquiera hijos de vecino/ que meta la vida prójima en el cepo/ que un tipo pueda respirar/ y buscar el amor/ y faenar el tiempo/ y besar a sus hi­jos/ y decir oraciones/ y hasta cantar bajito/ después de haberse traicionado/ corrompido enmerdado/ metiendo la vida prójima en el cepo/ vos/ como yo/ estás asombrado/ en realidad no hay fogata para ese humo/ ni siquiera hay sed para ese cántaro/ tal vez no haya pájaros para ese viento/ para ese inmune no haya después/ las venganzas yacen calmas y feroces/ la paciencia se arruga de tanta espera/ vos te preguntas dónde está la cosecha/ y sin embargo tu estupor intacto/ demuestra por lo pronto que algo cosechaste/ vos miras como inmóvil y te miro mirar/ somos dos conjeturas incómodas fraternas/ no entendemos un pito de esta infame justicia/ de esa fábrica de odios que propone el olvido/ a lo mejor te vino la infan­cia en un destello/ sentiste la sesera esa insensible/ pensas­te el corazón ese impensable/ pero ni así te acostumbraste a esa saña piadosa/ a esa masacre tan emputecida/ así que .no aflojas­te ni un suspiro/ y te seguiste asombrando te seguiste/ yo te miro mirar como inmóvil/ pero claro la cosa no se arregla/ con miradas ojeadas o vistazos/ qué tal si nos arremangamos vos y yo.» ¿Qué tal si dejamos de aguzar los oídos para escuchar el rumor que llevan los vientos del pueblo y desgarramos nuestros labios para llenar esos vientos con nuestra palabra y nuestro grito? ¿Qué tal si nos arremangamos?

Mayo 2004

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