UNO

Cuando la noche te envuelve parece como si me sumieras en el recuerdo de todos tus días. Como si evocaras todos los rostros y todos los nombres que te forjaron y los dejases caer sobre mí como una grata lluvia. Parece como si me hundieras en el tiempo por los invisibles senderos de tu historia. Como si dejaras fluir el dulce rumor de las huellas que, sobre tu piel, fueron marcando todas las criaturas que te vivieron y te hicieron vivir para contarme al oído todos tus secretos. Parece, cuando la noche te envuelve, como si se te subiera la nostalgia a esa pálida blancura que la luna pone en tus muros y llenases mis sueños con el áspero sabor de una vieja tristeza. Como si dilataras tu hermosura, igual que la fragancia dilata a la flor en el tiempo, para acariciar las fibras más sensibles de mi ser. Parece como si atraparas mis ojos en las cálidas redes de tus encantos, como si me robaras el alma con ese misterioso embrujo que me hace soñarte, que me hace vivirte y amarte por todos tus rincones. Mas cuando la noche te envuelve y el viento se convierte en ese aroma sin tiempo que sabe a ti, oigo una voz antigua que llega y me cuenta todas tus leyendas.

DOS

La luna se pone íntima y va amontonando las sombras de la noche sobre el olor a jazmín. Mis pasos, perdidos a la suerte, me llevan por tus callejas y plazas como un suspiro que apenas si cabe en el pecho del universo.

TRES

Jamás te siento tan cerca como cuando me alejo. Si mis pies toman los caminos que han de llevarme a otras regiones donde el viento huele de distinta forma, donde el rostro de la gente tiene otro matiz y otro acento su voz, siempre lo hacen obligados por mis anhelantes ojos. Si, mis ojos, animales sedientos, necesitan de la luz que riega remotos paisajes, para saciar su sed de mundos. Necesitan volar por el aroma, nunca antes sentido sobre mi piel, en el que se envuelven lejanos pueblos. Necesitan perderse, más allá del horizonte, por la invisible geografía del aire, mientras yo, sentado a la orilla de los senderos, intento cambiar todas las huellas de mis pasos por una sola palabra, hija de otras tierras. Pero estos ojos míos, ávidos viajeros, cuando los caminos retornan se visten con una lágrima de dicha, pues vuelven a su luz, vuelven a su viento y a su tierra. Vuelven a la fragancia de estas calles, por las que mi corazón se agranda, pueblo mío, para amarte en silencio, mientras la tarde se desliza, rumbo a otra noche, por el ensangrentado filo del horizonte.

CARICIA DE AMOR

Bajo ese tiempo sin horas

sólo quiero ser tu amante.

Mis pasos echo a la suerte

por esa luz de tus calles

y por la blanca hermosura

que tus rincones invade.

Caricia de amor mis ojos,

para ti, son al mirarte

cuando perdido a la suerte

sólo vivo para amarte.

Número 10; Mayo 1999

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