PRESENTACIÓN DEL LIBRO: De Azul y Blanco, de José Luís García Suárez. Casa de la Cultura Fernando Villalón.
CON LAS MANOS REPLETAS DE INFANCIA
Yo conocí a José Luis una tarde de lunes de Almazara. De tertulia literaria Almazara claro está. Conocí a José Luis, como no habría de ser de otra manera, de pie y leyendo un poema a sus contertulios. El de aquel día fue un encuentro breve y sin continuidad, apenas si volví a verle y cuando lo hice fue al cruzarnos por la calle de vez en cuando y desde las distancias que nos marcaban nuestras respectivas edades y entornos cotidianos. Pero desde aquel día su poesía estuvo muy presente en mi vida, la cual fui siguiendo constantemente a través de la Revista Almazara y su libro De Azul y Blanco editado el año 1983. 19 años después, en 2002, vendría su segundo libro titulado; Desde Los Alcores, en el que aparecen 34 poemas arropados, esta vez, por una prosa poética que nos recuerda el dulce sabor del OCNOS de Luis Cernuda.
Pocas han sido las ocasiones en que hemos hablado y en las que lo hemos hecho siempre fue de poesía, nunca de su vida. Por lo tanto aquí poco voy a hablar de la persona, pues poco conozco, y lo poco que hable será por boca de otros. Pero sí voy a hablar de su poesía y en su obra también se conoce al poeta y al hombre.
José Luis nace en Utrera el 4 de octubre de 1929, sus estudios primarios los hace en las Escuelas Salesianas de su ciudad, para seguir con su formación secundaria en Antequera y Sanlúcar de Barrameda y con los superiores en Seminarios de Sanlúcar y Sevilla. Su educación, por tanto, es religiosa desde el principio de sus estudios entre los que se incluyen las Humanidades. Su espiritualidad y su fe acrecientan de manera notable su sensibilidad como poeta, convirtiendo su vida y su forma de escribir en una misma cosa.
Los versos De Azul y Blanco están vestidos, como su autor bien dice, de esos dos colores, pero además están construidos con una exquisita sencillez, son versos claros que expresan cosas simples y con un lenguaje sin artilugios ni más pretensión que la de llegar al lugar donde van dirigidos al alma del niño, al corazón del hombre.
Se intercalan poemas de versos heptasílabos, hexasílabos, algún endecasílabo y sobre todo octosílabos, siendo su estructura arromanzada.
A los 28 poemas con que apareció De Azul y Blanco en la edición de 1983 se le han agregado 6 poemas más a esta que hoy tenemos entre las manos.
De Azul y blanco ha sido traducido al inglés por Edward Miller y Kori Vanderkooi y editado en Estados Unidos por la universidad de Greenville.
Mientras en la edición de 1983 tenemos un libro ilustrado por José Mª Oliva Gallego, contertulio de José Luis en Almazara, con dibujos en blanco y negro que ponen la imagen a algunos de sus poemas.
En la presente edición los dibujos que ilustran los poemas son en color y están realizados por Elizabeth Erickson.
Remitiéndome al prólogo de este libro que hoy tenemos en nuestras manos, José Luis comenzó a escribir poesía a los 14 años, influenciado por el misticismo de San Juan de la Cruz y Santa Teresa, así como por el clasicismo de Lope de Vega o Cervantes y más tarde por José Mª Pemán y Juan Ramón Jiménez. Aunque estas, claro está, no hayan sido sus únicas lecturas e influencias en cuanto a poesía se refiere. A pesar de ello y de sus creencias a José Luis no se le puede considerar un poeta místico ni tampoco clásico, aunque pueda apreciarse en su poesía un cierto eco de ambas corrientes. A mi forma de ver, su poesía se acerca más al impresionismo, así como al perfeccionismo de Juan Ramón Jiménez, como se puede percibir en estos versos. “La tarde se está meciendo/ en columpios de arboleda. / El viento pone el compás/ y la niña la belleza”
La poesía de José Luis es de una extremada sensibilidad ante todo lo bello de este mundo, y pareciera que a través de ella él pretendiera, de alguna manera, preservar o proteger la inocencia, la ingenuidad y el amor que en esa belleza habita. Así nos lo muestra en estos versos; “Diez años tiene la niña/ y una flor entre las manos.” Y en estos otros; “Me gusta la vida/ sencilla y serena, / los campos dormidos/ en la fresca hierba/ Él envuelve sus poemas con el halo Azul de su espiritualidad y con el Blanco inmaculado con que sus ojos enamorados perciben la vida de todo cuanto le rodea. Mas este estado de percepción suyo no evita, por supuesto, que sepa ver el lado oscuro de una realidad que se viste constantemente de falsedades, de engaños o de maldades, al contrario acrecienta su sutileza y su maestría a la hora de mostrárnosla.
“Con mi lápiz pinto/ caras de muñecas, / casitas y flores, / barquitos, macetas, / ríos y montañas, / pájaros, trompetas. / Lo que no me gusta/ es pintar la guerra. / Mi lápiz no sabe/ de metralletas, / ni de los fusiles/ que matan sin tregua.” En estos dos párrafos de su poema Mi lápiz incluido por primera vez en esta edición De Azul y Blanco, José Luis se niega a ver el horror de la guerra, pero tras un intento, al principio del poema, de seguir ofreciéndonos la belleza y la inocencia del mundo, se rinde a la realidad y nos muestra el lado más cruel de la humanidad aunque ni a él le guste hacerlo, ni su lápiz sepa.
Otra peculiaridad de este libro y de buena parte de su obra, es que sus poemas cabalgan airosos entre la belleza de la poesía y la moraleja de la fábula. Sí, yo pienso que en la mayoría de estos poemas está presente el arte de fabular, por lo tanto se les podrían considerar fábulas en verso que narran historias hermosamente engalanadas, destinadas a cultivar y enriquecer la moralidad y la humanidad de los niños y también, por qué no, de los adultos.
En esta línea, por ejemplo, podemos encontrarnos con poemas como Las Hormigas, La canción del do, re, sol, El Patito listo, El Cerdo y la Gallina y así hasta llegar aproximadamente a la mitad de los poemas que componen el libro. “Era una vez un pato, / tan listo y tan despierto, / que le dio por los libros/ y se hizo maestro./…/ -¡Cuá, cuá, cuá, dos más uno/ son los que estoy viendo!/ Dos niños y una niña/ se acercaron a verlo.” Este es un ejemplo de poema-fábula de exquisita elaboración y belleza, y que al final, como en toda fábula que de ello se precie, tiene su moraleja: “Un final despiadado/ para un pato tan bueno. / Y es que la envidia, niños, / mata los sentimientos.”
La niñez está presente en todos los poemas del libro, ya sea directa o indirectamente. La niña, el niño, total la infancia, son el hilo mágico que hilvana y une el mundo poético de José Luis con la realidad de la vida. Una realidad que se cuela, no pocas veces, por algunos versos y que está presente como un claro grito de denuncia ante ciertas injusticias en estos versos: “Se ha escapado una bala/ de la guerra. / Un fusil despiadado/ va tronando/ por desiertas callejas, /…/ La bala está flotando/ en la calle maltrecha, / y el niño, acorralado, / se cobija en su miedo/ mientras la bala acecha.” O estos otros del poema, Junto al que sufre: “Quiero mejor un mendrugo/ que un rico pan tierno y blanco, / mientras vivan tantos niños/ padeciendo desamparo, / hambre y olvido en el mundo,”
Sí, José Luis es un poeta, y como tal es sensible ante el dolor y la injusticia que le rodean y pone su voz para denunciarla, para pedir que se deje la violencia y se erradique el hambre. Él alza su voz para pedir, no para luchar, pues el fin primordial de la lucha es vencer y al vencer se engendra odio en el vencido y este odio genera más lucha. Él cree en la capacidad de amar del hombre. Él cree en el hombre, en su humanidad y a ello apela en sus versos para mejorar este mundo.
En los poemas de este libro nos encontramos, pues, con un niño de 78 años. Un niño gozoso y enamorado de las maravillas y la belleza de este mundo que nos rodea. Pero también tenemos a un niño herido por la cara brutal de ese mundo al que él tanto ama. Esto podemos apreciarlo, con toda su crudeza, en el poema, para mí, más intenso del libro, este poema es Oblación, del que ya he leído al principio su primera estrofa. Oblaciónes un poema solidario en el que el niño José Luis expresa, por boca de la niña buena, el dolor de la herida que le causan las desigualdades y las injusticias. Como en muchos de sus poemas comienza con unos versos hermosos y esperanzados, para después perderse, angustiado, en el dolor de esa herida. El poeta pregunta; “¿Qué te pasa, amor, qué quieres?/ ¿No tienes diez primaveras, / en las que vive con gozo/ el mundo de tus muñecas, / A lo que la niña contesta; “¡Qué importa mi paraíso/ con un infierno tan cerca! ¡Qué importa! No me recuerden/ las caras de mis muñecas, / que hay unos niños que sufren/ hambre, injusticias y guerras/ y la impiedad de unos hombres/ dejan luto en tantas puertas.”
Esta es la voz de José Luis, esta es su palabra; sencilla, pura, clara, sin artificios y cotidiana. Esta es la poesía de José Luis, este es el poeta-niño que anhela el retorno de aquella Primavera Blanca en la que su alma se regocije con la sencillez de las cosas.
Es niño mi anhelo
para andar los caminos
hoy en la añoranza,
para pisar huellas
y abrazar las cosas
puras de la infancia.
Este es José Luis García Suárez,
un poeta CON LAS MANOS REPLETAS DE INFANCIA
Miguel Fernández Rivero