PRESENTACIÓN DEL LIBRO: Poemas sin Orden ni Concierto, de Candela Vizcaíno, dentro de los actos de las Jornada Poéticas organizados por la Asociación Poética Cultural “Sin Fronteras”
“Nosotras, las piedras, no conocemos del miedo del hombre, / y sin temor aguardamos el día/ cuando el final se confunda con el polvo. / Pertenecemos al reino de las horas y el silencio/ y es nuestra lengua la lluvia, el rayo, el viento. / Tus preguntas no tienen respuesta, joven poeta. / No compartimos el dolor de tus heridas/ sangrantes por el recuerdo.”
¡Hola! buenas noches, estas son las primeras notas de la sinfonía Poemas sin Orden ni Concierto de Candela Vizcaíno. Con esas notas ella quiere hacernos ver, Yo más bien diría hacernos creer, su cualidad de piedra ante ciertos sentimientos humanos, como podrían ser el miedo o el dolor; los cuales, tal vez, no sean negados por ella, pero sí apartados de sus emociones más vivas, de su percepción del sufrimiento ajeno, para desde la distancia ver más objetivamente ese miedo, ese dolor o ese vacío con que la vida nos aprisiona en nuestra calidad de simples mortales; en nuestra insoportable humanidad.
Este primer movimiento de la Sinfonía es un Adagio y lleva por título POEMAS DESORDENADOS. Este movimiento consta solamente de tres compases, y si en este primer compás, Candela empieza apartando su sensibilidad ante el sufrimiento humano, al final del mismo en cambio nos deja con estas tremendas notas: “Un hombre y una mujer sin memoria. / Un hombre y una mujer sin proyectos. / Ignorantes de toda conciencia de pecado, / desconocedores de la entrega en el amor.” Con las que nos demuestra que no es de piedra, como antes quiso hacernos creer, y la frialdad de ese encuentro de amor la hiere profundamente. Oigan si no estas dos notas: “La llegada un alboroto/ la marcha un silencio.” Entre esos dos puntos, el de la llegada y el de la marcha, debería habitar el amor, pero Candela solo nos deja un gran vacío entre esas dos líneas.
Os extrañará mi discurso, pues oís palabras aparentemente fuera de lugar, por lo que es necesario una aclaración, ahí va; esto es debido a que la obra que hoy nos ocupa está presentada en clave Sinfónica y por ello cuando digo notas me refiero a los versos; cuando digo compás quiero decir poema; cuando digo primer movimiento estoy diciendo primera parte y cuando digo Sinfonía estoy nombrando al libro. Candela ha dividido la obra en cuatro partes, es decir en cuatro movimientos, el primero POEMAS DESORDENADOS es un Adagio, El segundo movimiento LA INVANSIÓN un Andante con moto, el tercero ORDEN DE DESAHUCIO es un Tempo molto moderato y el cuarto un alegro ma non tropo.
Visto esto continuamos con el segundo movimiento de la Sinfonía, LA INVASIÓN, el cual consta de seis compases. En los tres primeros, Candela nos habla del visitante que viene a conocernos y se va creyendo haberlo hecho, pero que en realidad se lleva una imagen falsa de nuestra cultura, de nuestras ciudades o de nuestros monumentos, imagen comprada a los mercaderes de la mentira. Una imagen, a veces, prefabricada o reconstruida a partir de una realidad que ya apenas si se puede identificar; una imagen que puede llegar a ser, en algunos casos, falsa; “nuestras sagradas ruinas/ fueron convertidas en falsos decorados.” Esa imagen que de nosotros se llevan los visitantes es adquirida a cambio de dinero, aquellas tan cacareadas divisas que nos aporta el turismo; “-oro que no vio nadie/ dicen que nos dejaron-” Nuestra poeta se detiene en medio de este vértigo, ensordecida por esa inmensa barahúnda sin rostro y sin voz propia que nos invade y que va buscando algo que ya ni nosotros, dueños de estas tierras, ciudades y monumentos apenas si podemos encontrar. “¿Quiénes son estos hombres y mujeres/ llegados de tierras lejanas,” “¿Qué han venido a buscar?” Candela se hace estas preguntas angustiada por el olvido de nuestro pasado. Olvido que pone de manifiesto en estas notas finales del tercer compás; “Si ya sólo queda/ de lo que un día fuimos/ la sombra vaga”
En los tres compases siguientes de este segundo movimiento, entre el alboroto de la invasión, aparecen los huéspedes de estas ciudades; “…los tullidos, los viejos, los poetas. / Los de siempre. Los olvidados.” Aquellos que siguen resistiendo el avance del progreso brutal y deshumanizado, un progreso que va dejando tras de sí, cada vez en mayor cantidad, una inmensa prole de desheredados del sistema. El lugar del que está tomada esta imagen nos lo describe nuestra poeta al final del cuarto compás, como si estuviese fechando un acta o una noticia periodística; “En el gueto/ de una ciudad cualquiera/ del interior de Europa,/ a dieciocho de agosto de dos mil uno.” Todo esto es debido a que estas luminosas ciudades, las que tan alegremente invaden nuestros visitantes, precisamente por el retroceso de ese progreso van “llenando las esquinas/ de derrota.”
Por lo que esas ciudades que especulan con todo -con su aire, con su arena e incluso con el polvo de sus ruinas- jamás permitirán que aquel joven poeta que hacia demasiadas preguntas, se ponga en pie y levantando su mano grite; “Al mentiroso señalado/ con el dedo.” En definitiva, si en los tres primeros compases de la invasión, Candela nos habla de esos visitantes que vienen a conocernos, en estos tres últimos nos muestra la otra cara de las ciudades, la cara más cruda y posiblemente la más cercana a la realidad. La cara que los mercaderes de la mentira jamás intentaran vender al visitante y la que de seguro no mostraran nunca.
El tercer movimiento, -Tempo molto moderato- es el más largo de la Sinfonía, consta de nueve compases, y lleva por título ORDEN DE DASAHUCIO. EL desahucio puede considerarse real, en cierta medida, pues el casero-tiempo despide a la inquilina-juventud, la que sólo se lleva; “…mis pies cansados/ mi conciencia rota y un/ libro de poemas desgastado. / Dejándole a cambio al huésped-madurez; “ordenados sobre la mesa/ el vacío de mis horas deshilachadas/ los deseos robados para siempre, / los sueños uno a uno traicionados,”. Se lleva todas esas pequeñeces que al final son de una gran importancia y deja atrás el lastre arrastrado a lo largo de esos años. Y todo esto lo hace al percatarse de que el tiempo le está ganando la partida, que el tiempo perdido jamás se recupera; “Los años han comenzado/ a arrastrarte hacia la vejez. /
Este tercer movimiento puede considerarse, por lo tanto, un melancólico, a la vez que nostálgico, canto a esa juventud dejada atrás. Así mismo se puede percibir, a través de sus notas, algo de resentimiento o incluso algún sentimiento de culpabilidad, por no haber sabido aprovechar ese tiempo hoy perdido, de lo que se lamenta diciendo; “Un día más/ desperdiciado/ en el ajetreo inútil/ de la acelerada rutina cotidiana.” Además arrepintiéndose de no haber vivido con mayor intensidad esos pequeños momentos, insignificantes en apariencia, pero que le dan un alto valor a nuestras vidas, lo que en un acto de humildad nos confiesa de esta forma; “Y un día más/ me he perdido, / el vuelo de las golondrinas.” Sí, la poeta, la persona, y más sencillamente la mujer se duele de todo lo que pudo haber vivido y que por causa de esta vida irreal e imposible de aprendiz de poeta que lleva, no ha vivido. “Eso de estar en casa a las diez/ y media/ de no tener vicios/ ni fumar/ ni mucho menos emborracharte, /
El cuarto movimiento, -Allegro ma non tropo- es el más breve con sólo dos compases y se titula PROPOSICIÓN. Eso es lo que hace en el primer compás, con voz angustiada, y en un momento de desánimo; “En este mismo segundo te propongo que/ desertemos de todas estas horas/ que no saben caminar a nuestro paso.” Proposición que se vuelve suplica o ruego angustiado al sentirse amordazada, oprimida por el peso del tiempo y de una vida que la obliga a ir demasiado en serio, de un tiempo o de una vida que se le antojan ajenos y de los que desearía escapar; “Ahora, y no más tarde/ antes que haya que arañar la juventud huidiza” por lo que le pide al amado su hombro como apoyo para afrontar esa deserción, para esa huida -o quizás, manteniendo un lazo de unión con el anterior movimiento- para superar ese desahucio, tal vez voluntario; “te propongo/ sostenemos/ uno/ a cada lado/ de la línea/ que separa/ la lluvia del olvido/ de la promesa de amor.” El amor; el amor al final como único ángel salvador, rescatándola del agobio existencial con que la vida cotidiana y su cruel realidad la aprisiona y le hace perderse en la lucha despiadada por la supervivencia, en este mundo brutal que le ha tocado vivir.
Bien, esta ha sido mi visión personal del libro Poemas sin Orden ni Concierto, obra que he intentado acercaros de la mejor forma que me ha sido posible. En contra de lo que su autora quiera hacernos creer, mediante el título, este poemario si tiene un orden y un concierto. El libro está compuesto por veinte poemas, los cuales están divididos en cuatro partes. Los poemas están dispuestos en un orden y una intensidad creciente; su esquema es el siguiente 3-6-9-2. La primera parte comienza con tres poemas desde el ámbito más próximo a nuestra autora. Después nos introduce, mediante los seis poemas de la segunda parte, en una poesía social mediante un discurso más elevado en tono e intensidad. Los nueve poemas de la tercera parte de carácter intimista nos llevan al punto culminante de la obra. Y al final, mediante la brusca ruptura del ritmo creciente, en la cuarta parte se nos termina el libro con dos poemas que son un grito, para pedir una mano, un hombro donde poder apoyarse para escapar de las redes con que la vida nos aprisiona.
Miguel Fernández Rivero