PRÓLOGO DEL LIBRO: Tiempo en Verso, de Manuel Ibáñez

A este libro bien podría llamársele Antología pues, como casi todo primer poemario de un autor, viene escrito a lo largo de toda su vida. Verso a verso, poema a poema acumulándose en cientos de cuartillas, la gran mayoría inéditos y algunos dispersos, esporádicamente, en revistas locales y otras publicaciones.

Manuel Ibáñez a escrito en Almazara, a pertenecido a la revista Vivencias y a la tertulia literaria El Cuarto Blanco, desde la cual a colaborado en dos volúmenes de poemas. En estos momentos sigue embarcado en tareas literarias, tales como la coordinación de la revista La Espada Flamígera, de la que es miembro fundador.

Leer a Manuel Ibáñez siempre es una suerte de prestidigitación. Sí, por que, además de ser poeta, Manuel es un malabarista de la palabra. El lanza las palabras al viento para volver a recoger algunas sobre el dorso de su mano. Después las observa detenidamente a distintos niveles de luz, para percibir la reacción que está produce en ellas. Seguidamente comienza a manosearlas para ganarse su confianza, a pellizcarlas para hacerlas gritar, a estirarlas hasta conseguir el máximo que estas puedan dar de si, a partirlas en trozos y volverlas a unir, a morderlas y a masticarlas para extraer todo el jugo, todo el sabor que en ellas pueda haber. En definitiva a despalabrarlas para descubrir toda la palabrería que pueda encontrarse en su interior y después las apalabra al verso. Y tras toda esta alquímica labor, sin violencia y sin excesiva brusquedad, termina depositándolas con delicadeza y con una extremada parcimonia, sobre el papel para mostrárnosla como el hermoso tesoro que son.

En la primera parte de este Tiempo de Verso tenemos la poesía más traviesa, como su titulo, Versos Traviesos, bien indica. Sus poemas son eso precisamente la travesura, el juego de palabras y el giro pícaro o burlesco que el poeta hace de ellas. Todo esto sin caer en la vulgaridad, por supuesto,  ya que no carecen de ritmo, de melodía ni de sentido y alcanzan su objetivo primordial; sorprender al lector.

Con los poemas de, Bienvenidas a mi Pecho segunda parte del poemario, el poeta acepta con alegría la llegada de esas hijas del desconcierto, aunque sabe a ciencia cierta lo que eso significa para su sosiego, pues estas hijas le sumirán en una lucha sin tregua para someterlas y encerrarlas en los versos que habrán de darles vida. Con esta segunda parte entramos en una poesía más formal, más profunda, con la que el autor se adentra en sus sentimientos y en su forma de ver y sentir la vida. Sus poemas están adobados con la sencillez que caracteriza al poeta como hombre y la sensibilidad que define el hombre como poeta.

La tercera parte, A mi Aire, esta formada por una serie de poemas cortos que rozan con cierta habilidad e intención las letras flamencas. Y aunque algunas no se atengan a las pautas marcadas por estas, ni justamente se les pueda considerar como tales, en mucho de los casos el contenido y la forma son propios del flamenco.

En definitiva lo que hoy tenemos entre nuestras manos realmente no es un libro; es un libro-hombre, una poesía-vida, un poema inacabado e interminable.

Manuel Ibáñez pasa por el bosque, en pleno verano, caminando sobre las resecas hojas sin que apenas se le oiga, pero sin embargo los demás habitantes del bosque percibimos su presencia y sabemos que está ahí con su carga de versos y su mochila repleta de juegos y de palabras hábilmente engarzadas, con el mágico hilo del verso, al hermoso tul de su poesía.

Miguel Fernández Rivero

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