RESEÑA DEL LIBRO: VII Premio de Narrativa “Miguel Cabrera”. Ganador: Jaime Marqués Olarreaga. Finalistas: Juan Carlos Gallardo y Renato Peralta.
Seamos siquiera de los de en medio, para no tratar de humillar al que viene detrás, pero tampoco dejarse arrollar por el que va delante.
En estas palabras de Miguel Cabrera podría resumirse perfectamente su condición humana; la humildad y el orgullo. Humanidad por saber con toda certeza qué lugar le pertenecía, y orgullo por saberse capaz de defender ese lugar.
Hijo de Morón (1921-1992), de profesión panadero y después bibliotecario, de vocaciónescritor en sus ratos de ocio, sus escritos sólo vieron la luz en la prensa local, pues su modestia le impedía traspasar esa barrera invisible que existe entre el escritor aficionado, él era autodidacta, y el escritor consagrado y con ciertos estudios, los cuales él jamás pudo llegar a tener. Comprometido con su pueblo y con su gente, sus escritos iban dirigidos, en la mayoría de las ocasiones a denunciar las pequeñas injusticias -las grandes, las universales las dejaba para otros con más deseos de notoriedad- que encontraba a su alrededor.
Con estas líneas, breve introducción a mis comentarios sobre las obras ganadoras del VII Premio de Narrativa “Miguel Cabrera” he intentado acercaros y acercarme un poco más a esa persona en cuyo homenaje escribís y leemos vuestros relatos.
El camino de la perfección es u animal hambriento que devora al artista que intenta alcanzarla, sumergiéndolo, unas veces en la desesperación y otras arrojándolo a los posesivos brazos de la locura, donde se consume poseído por sus propios demonios.
El personaje que Jaime Marqués Olarreaga -ganador del premio- pone en ese camino sufre las terribles consecuencias de esa búsqueda inútil, ya que si en cierto modo alcanza la ejecución perfecta jamás llegará a sentir el gozo supremo del ato de crear: …para su tormento, nada se le antoja más despreciable que su propio don: la facilidad con que se le entrega la técnica le sabia a caricia no buscada, y su beso era tanto o más amargo en cuanto que aquellos labios le repugnaban.
Para nuestro personaje las técnicas aprendidas, la habilidad adquirida y la ejecución perfecta no le producían más que un enorme vacío en su interior, el cual él necesitaba llenar, y la forma de llenarlo no era otra que componiendo, creando. Pero las musas se le negaban -en verdad las musas huyen de la perfección pues ellas son la perfección- no había música en él, sólo había una maquinaria, perfectamente engrasada, capaz de reproducir ciertas bellezas usurpadas a otros más afortunados que él. Jaime refleja en su relato, con gran acierto, esa diferencia que existe, y pocos logran ver, entre creación y perfección; ya que la creación rara vez llega a ser perfecta, y la perfección rara vez llega a ser creación.
José Carlos Gallardo -finalista- nos introduce con su relato, “En Retirada”, en la tertulia de Julio Valpone, su personaje, y nos sienta en una de las sillas del café Augustus para hacernos padecer las inclemencias, por un lado del local y por otro del pintor, las cuales, y llegados al punto más intenso de la narración, sentimos en propia piel. La barrera el rojo vivo echada entre la puerta por el toldo. O, los ventiladores, a cuatro manos echando a sus tantos lados un ventisquero húmedo. Mientras que en la mesa, Valpone, como un delirio de abanicos, llegado a la cima de su megafónico calvario nos acosa y no nos deja, ni a nosotros lectores, puerta de huida. El pintor que Jamás había hablado con alguien: borbollaba desde su propio fondo, echando a fuera una primera persona inextinguible, y convertía a la tertulia en un monologo sin fin.
José Carlos describe esta situación con gran maestría en una narración que va aumentando su ritmo progresivamente para sumergirnos de pronto, con un vértigo de imágenes, en la angustia que padecen los contertulianos del Augustus y nos hace sentir, con los brazos cruzados como cadenas que aprisionan el pecho, el calor tanto del local como de la situación en la que nos vemos atrapados, que hace que la camisa se nos pegue a la piel y en silencio busquemos el nombre, el lugar, el instante improrrogable de un compromiso para batirnos en retirada.
La soledad a la que Julio Valpone se ve recluido sólo encuentra su puerta de salida en el café Augustus y su tertulia en la cual, empujado por el miedo a esa soledad y a su terrible complejo de derrotado, no deja espacio más que para su propio yo para terminar invadiendo las parcelas de los demás contertulianos obligándolos, mediante su ímpetu discursivo y su egocentrismo, a la simple condición de oyentes.
Renato Peralta, finalista en esta edición y ganador en la anterior, nos obsequia en esta ocasión con una excelente narración, muy bien construida y de una fluida escritura que nos va introduciendo en la historia sin dificultad. Mantiene un ritmo e incluso yo diría que hasta una musicalidad que nos hace sentir algo de esa poesía que flota invisible en su estilo de narrar.
La soledad, ese espacio oscuro y frío del que siempre intentamos escapar, es el punto del cual surge y toma cuerpo el cuento de Renato. Muerto el marido, casados lo hijos, Violeta Pacient descubre la soledad, una de las tantas soledades que pueblan el mundo y quizá la más terrible, pues el llegar en el tramo final de la vida es más difícil de llenar, por no decir imposible. La vida está gastada, nuestro trabajo concluido y ya sólo nos resta esperar a la muerte sin molestar demasiado a los que nos rodean.
La soledad de Violeta desemboca en la obsesión por llenar sus desocupados días, sus recluidos días, sus aislados días con algo que los haga más soportables y el rompecabezas, encontrado por casualidad, es el punto de apoyo al que se aferra con tal desesperación, que llegado el momento, le lleva a suplicar e incluso a ofrecer su vida para que no le priven de él. ¡Por Dios se lo pido! Por su madre, no lo rompa. Llévese lo que quiera. Máteme a mí, pero no lo rompa. Es mi razón de vivir. Lo único que me queda en esta vida.
El rompecabezas, objeto insignificante y sin valor, ha sustituido a los hijos y a los nietos que por el proceso “natural” de la vida se alejan de la anciana, porque esa madre, porque esa abuela ya ha cumplido su trabajo y sólo ocasiona contratiempos. Estorba.No es necesaria.
Esa es la terrible realidad que nos muestra Renato Peralta a través de su relato “Rompecabezas”.
Miguel Fernández Rivero
Revista Cultural Mauror
Nº 10, 1º semestre 2001