UNO

Estoy sentado al filo de la noche. El silencio es la cálida túnica que protege a mi alma y la soledad la siniestra zarpa que la destroza. Las sombras caen pesadamente sobre mí y parecen querer devorarme. Siento miedo. Mis angustiados ojos buscan otros ojos en los que poder bañar mi desnudez anhelante de calor. Pero se pierden en esa inmensa barahúnda de frenéticos labios que vomitan su voz turbia y salvaje sobre la piel del mundo. A la grupa de los vientos, la palabra cruza el cielo de las ciudades, como bandadas de aves rapaces, buscando la ingenua presa que sacie las ansias de poder del hombre. La vida se hace un interminable clamor, hueco y sin sentido, alimentado por el falso lenguaje del Imperio de la Mentira. La palabra es una violenta llamarada que asola las parcelas del silencio luminoso, un terrible rugido que golpea los muros de la razón. La voz del hombre se desvanece en la algarabía que recorre las calles, y el pensamiento se pierde entre las sombras de cientos de fantasmas, creados por el hombre. Siento miedo e intento huir a otro lugar donde la luz ilumine los rostros y de calor a los labios de los que habrá de nacer la nueva palabra. Pero no hay salida. Las sendas están ocultas bajo la espesura de esa inexpresiva palabrería que todo lo confunde y todo lo devora. Estoy perdido en medio de la noche. Junto a las puertas del alba, me siento a descansar la fatiga de mis días. En mi mano izquierda tengo el silencio del mundo y en mi mano derecha la soledad del hombre.

DOS

Silencio. Desde aquí, desde lo más hondo de la incertidumbre, os pido un poco de silencio. Porque ya nadie escucha. Porque todos vociferan sin cesar. Todos parlotean con un lenguaje prestado, esgrimiendo sus prostituidas verdades y lanzando la palabra como envenenados dardos que se hunden en el alma y desatan los miedos. El hombre ha ensordecido al mundo con su incesante clamor, ha deshonrado al viento y al espacio con su voz iracunda y blasfema. La palabra se ha transformado en grito de rabia u odio y el grito en un furioso turbión que crece y la va desgastando hasta devorarla por completo. Dejad que la voz repose en vuestros labios, que la palabra se nutra de ella y haga de vuestro pecho su morada, para que resurja un poco más sabia, un poco más honesta, y sobre todo viva. Desde aquí, desde las puertas del alba, yo os pido un poco de silencio, porque en el silencio de vuestros labios germinará la palabra, semilla de un nuevo mundo.

EL TEMPLO

El viento duele.

En las noches del mundo

ya nadie duerme.

Perdido en el tumulto,

como una sombra sin dueño

que el tiempo desvanece,

el hombre es la herida.

La palabra es el culto

y el silencio su templo

La leve brisa

nos traerá el secreto

de una oz viva.

Número 8; Octubre 1998

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